Alicia en el País de las Maravillas - Lewis Carroll

Cuán difícil resulta para el habitual de los libros no haber oído alguna vez (o unas cuantas, más probablemente) lo excelso que resulta el cuento "Alicia en el país de las maravillas", ¿verdad?
Y parece aún más complicado atreverse a excluirla de alguna de las múltiples listas de: "obras que leer antes de morir" o "clásicos imperecederos de la literatura mundial", ¡Qué osadía hacerlo!
Es una de esas historias que ha trascendido más allá de su formato original para transmutarse en películas, animación, teatro, ballet, e incluso ópera; por citar algunos ejemplos de una vasta lista.
Tantas virtudes que ensalzar sobre su lectura, tantísimas recomendaciones que realizar sobre ella y aun con todo se tornan estas insuficientes... pareciera un delito no comulgar con ellas o experimentar lo contrario.
Personalmente, sin llegar al extremo opuesto de las alabanzas en las que este relato siempre se ha visto enfrascado, sí puedo decir que si he de describir mi experiencia tras recorrer la madriguera del conejo en una sola palabra escogería: indiferencia.
Pero antes de pasar a los motivos y explicaciones, os pongo en antecedentes.

Charles Lutwidge Dodgson
es un nombre que a muchos sonará desconocido, y no es para menos, el autor de "Alicia en el país de las maravillas" utilizó el pseudónimo de Lewis Carroll para su obra literaria y es mediante este por el que realmente es distinguido.
Charles Lutwidge Dodgson (Lewis Carroll)
Su relato más célebre, el que hoy nos ocupa, nace de la habilidad para la improvisación del autor. En un paseo por el Támesis y acompañado por su idolatrada Alice Liddell (musa infantil que habría de traerle más de un quebradero de cabeza) y sus hermanas, Carroll dio rienda suelta a su imaginación para comenzar a crear un mundo de fantasía en forma de fábula improvisada que contar a las niñas.
De ahí surgió el bosquejo de lo que más tarde acabaría por convertirse en obra completa tras contemplar el autor el entusiasmo de las pequeñas por el relato recién creado.
Un entusiasmo del que quiso hacer partícipe a todas aquellas personas dispuestas a aventurarse entre sus páginas, y para las que no dudó procurarse los servicios de un ilustrador profesional, John Tenniel, para traer a la "vida" a buena parte de sus estrambóticas criaturas.
Esos personajes que son sin duda alguna el alma del libro.
Difícil olvidar a la Reina de Corazones o sus soldados ¿Y qué hay del Sombrerero o el Conejo Blanco?
Puro delirio, el derroche de creatividad y genialidad por parte de Carroll para con los pobladores de ese disparatado mundo al que se accede a través de una oquedad en un árbol es exuberante.

Ahora bien, "Alicia en el País de las Maravillas" (que recibe su título, una vez más, por la adoración que el escritor inglés profesaba hacia Alice Liddell) es un libro un tanto particular.
Evidentemente se trata de un relato de pura fantasía y aunque ha trascendido más allá, está claramente enfocado a un público más juvenil, aunque a diferencia de muchos otros coetáneos, la fábula planteada por el escritor británico se vuelve puro desvarío psicotrópico.
Desde luego no es una historia al uso, de esas a las que estamos acostumbrados, con un comienzo, desarrollo y final, no, desde luego que no. Más bien acaba por resultar en una sucesión de personajes estrafalarios y obsesivos que dan lugar a momentos disparatados, más parecidos estos a "sketches" que a un cuento convencional.
Son en estas escenas donde el escritor se hace valer como tal ya que a falta de una historia estructurada, Carroll hace alarde de un despliegue de originalidad escandaloso para poder crear los diversos episodios y situaciones que acontecen, y si bien algunos de ellos resultan memorables, otros tantos acaban por ser bastante más discretos.

Alice Liddell, musa infantil del escritor.
La lectura de "Alicia en el País de las Maravillas" resulta de ser muy singular.
A pesar de ser un prodigio de inventiva, y de tener una prosa muy amena y de fácil lectura, el carácter tan extravagante de la obra junto con cómo se encuentra constituida puede dejar al lector un tanto destemplado.
Yo personalmente nunca he sido muy asiduo a la fantasía y quizás por ello nunca conseguí "disfrutar" de esta historia como al parecer tantísima gente ha hecho.
Es innegable, y admirable, la exclusividad y particularidad de la obra, pero no menos destacable es el hecho de que aquel lector que no goce del género o este acostumbrado a este en su vertiente más purista, encontrará un regusto desinteresado en la degustación del libro de Carroll.
Por otro lado, la originalidad en su concepción, que se desborda por todas sus páginas, junto con una prosa elegante, de fácil consumo y la brevedad en su extensión, juegan a su favor para que el leyente pueda darse la oportunidad de experimentar el viaje al "país de las maravillas" y poder juzgar este clásico de la literatura, que a un servidor le resulto tan intrascendente como sobreestimado, como considere y crea oportuno.


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