Me resulta complicado imaginarme en una tesitura similar a la que me sucede
con Stephen King con cualquier otro autor.
Por lo general los puntos de partida de sus historias me suelen resultar bastante
atractivos, y su desarrollo, sustentado por una narrativa efectista y de fácil
digestión, hace que sus novelas transcurran por mis manos casi tan fugazmente
como el recuerdo que suelo albergar de ellas una semanas más tarde.
Y es que, por regla general, el sentimiento tras acabar sus trabajos, es el
de uno agridulce que se va gestando conforme se avanza a lo largo de una
historia prometedora que finalmente acaba precisamente en eso, en poco más que
vacuas promesas.
Hay excepciones por supuesto, hacerse acreedor de "maestro del
terror" no puede obedecer sólo a estrategias de marketing y "Carrie"
o "El Resplandor"; o su genial faceta de escritor de
relato corto, son ejemplos de ello.
Muy a mi pesar, La Zona Muerta no pertenece a ese pequeño
grupo de exponentes, corresponde al que lleva a preguntarse el porqué de como
una novela tan nimia llega a convertirse en "best-seller", serie,
película, etc...
La novela narra la historia de Johnny Smith, un profesor que tras pasar
cuatro años y medio en coma despierta con el don de la clarividencia.
Esta particularidad dará lugar a que las autoridades soliciten su ayuda para
capturar a un asesino en serie que sirve de nexo de unión para un exagerado y
anticlimático cierre de la historia en el último acto de la novela.
El libro se encuentra estructurado en tres actos.
El primero tiene un carácter introductorio en el que se nos narra la vida
diaria del protagonista y sirve para construir su universo y presentar a los
diversos personajes que le rodean hasta que sufre el accidente.
Es en el segundo acto donde se encuentran los mejores compases de la novela.
Seremos testigos de la lenta recuperación física del protagonista, narrada
con todo lujo de detalles y sólidamente documentada, así como la abrupta
transformación psicológica al contemplar como su mundo, tras cuatro años y
medio en coma, ha hecho poco menos que desaparecer.
A ello hemos de sumar esa sub-trama policial de la que se compone y que,
aunque es un pretexto para justificar las motivaciones del protagonista de cara
al clímax, resulta tan entretenida como satisfactoria.
Sin duda los mejores momentos de la novela.
Por último nos adentramos en la última y chirriante parte de la novela.
Apresurada y atropellada crónica sobre la confrontación de un malo muy malo,
sin mayor complejidad en su construcción que la de resultar el antagonista de
una historia que página a página va perdiendo fuelle para acabar siendo una
mera parodia de sí misma.
Resulta difícil no comparar y acabar pensando en esta última parte como un
burdo reciclaje de la sub-trama policial del segundo acto solo que peor escrita
y toscamente alargada.
Y lo peor ya no es lo tristemente construidos que se encuentran los
villanos, incurriendo estos en el paroxismo más irritante del que el escritor suele
hacer gala en algunas ocasiones, lo peor se descubre si uno se para un momento
un breve momento a sopesar la plausibilidad (que sí, que ya sé que es una obra
de ficción) de lo que King plantea y de la que solo puede
concluirse lo estúpido de la propuesta.
Moteros como guardaespaldas de un candidato a la presidencia que no es otra
cosa que un delincuente que tiene coaccionados a todos los medios de comunicación
que conocen sus trapos sucios pero que de los que convenientemente para la
trama, todas las autoridades e instituciones ignoran y cuyo meteórico ascenso a
la presidencia nadie puede detener excepto....ya sabréis quien.
Sinceramente, prefiero un telón de fondo más mundano y sin grandes
artificios que la chorrada supina como la condensada en dos frases más arriba.
La Zona Muerta es sin duda el peor libro que he leído del
autor americano, aun queriendo ser indulgente y anteponiendo sus virtudes a sus
defectos, resulta difícil defender esta obra en su conjunto.
Es cierto que consta de momentos realmente entretenidos y se devora sin
dificultad, pero no lo es menos el hecho de creer que un libro como este
hubiese tenido el mismo impacto de haber estado firmado por una pluma distinta
a la que nos ocupa.
A pesar de todo, como buen relato salido de manos de King, su
facilidad para ser leído y los dos primeros actos consiguen rescatarlo del
escarnio para dejarlo en la mediocridad de lo intrascendente que resulta su
lectura.
Un libro para los acérrimos del autor y evitable para los neófitos que quieran
introducirse en su obra.
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