Si la semana
pasada reseñaba un libro que me había sido regalado por mi primo, hoy le toca
el turno a uno obsequiado hace unos días por mi madre. A la que por cierto
mando un afectuoso beso.
Así pues,
llegó a casa una tarde cualquiera y bajo el brazo traía la nueva obra, recién
sacada del horno, del señor Dan Brown.
Para quien
no lo sepa, cosa rara dada la proyección mediática que levanta este escritor, Dan
Brown protagonizó el pelotazo editorial más relevante de los últimos
años con su Código Da Vinci.
En pocos
días todo el mundo leía el "código", la iglesia se escandalizaba, decenas de documentales versados en el tema eran emitidos a la par
que se cerraban los términos para llevar la novela al cine, etcétera.
Un autor
totalmente desconocido en nuestro país, donde no tenía editada ninguna de sus
obras, pasaba de la noche a la mañana a un estatus de "estrella del
rock" y nos emborrachábamos de Dan Brown hasta las trancas.
Las librerías se afanaban en llenar los escaparates de decenas de ejemplares de
"El código Da Vinci" como si hubiese sido el primer
libro jamás impreso y las editoriales en negociar y adquirir los derechos para
publicar el resto de su obra.
La resaca de
esa borrachera se ha ido mitigando con el tiempo pero de vez en cuando repunta
y nos recuerda que sigue ahí, la última vez fue hace unas semanas, y como hace
unos años, el circo, en este caso mediático, llegó a la ciudad. ¿Traductores y correctores
encerrados en un bunker para evitar filtraciones de la nueva novela? Espero que
esto obedezca a estrategias de marketing más que a la siempre sorprendente
estupidez del ser humano.
Sea como
fuere, he aquí la última novela del americano, Inferno.
Quien haya leído
algún trabajo anterior de Brown sabrá que posee un estilo muy
particular. Historias de intriga frenéticas que mezclan (en la mayor parte de
sus novelas) con mayor o peor acierto, complots a gran escala con simbología
artística y sus grandes obras, y/o las grandes figuras del mundo artístico.
Relatos
plagados de diálogos y capítulos irrisoriamente exiguos para que el lector no
cese en el consumo de las poco más de 600 páginas de las que se compone la nueva
aventura del profesor Langdon.
Un personaje
que aun habiendo protagonizado cuatro de las seis novelas escritas por el autor
nunca me ha terminado de gustar. Siempre lo he encontrado aburrido, un
personaje cuyo propósito es servir de contraste al antagonista y poco más.
No hay
contradicciones en su manera de pensar ni sentimientos encontrados en los
sucesos que le acontecen o le rodean, ni siquiera es un personaje ecléctico, es un
protagonista doctrinal que actúa "haciendo el bien" porque es lo que
se supone que debe de hacer, es por ello que el resto de personajes que suelen
acompañarlo a lo largo de sus aventuras son los encargados de plantear los
debates sobre los acontecimientos y las divergencias entre ellos, y es por ello que resultan infinitamente más interesantes que el protagonista principal que queda
relegado a una mera comparsa de los sucesos. Una herramienta de conducción que ha de servirle a Brown
para que pueda construir sus acertijos artísticos y explicar al lector la simbología
inherente y necesaria al desarrollo de estos puzles.
Inferno se nutre en esta ocasión de Dante Alighieri y su obra "La Divina Comedia" para componer una nueva retahíla de pistas, hiladas estas entre sus versos y en la influencia de esta sobre el trabajo de otros artistas. Pistas que la dupla protagonista ha de desentrañar para evitar una catástrofe de proporciones mundiales.
Seguro que
esta síntesis les resulta familiar a los lectores de "El Código Da
Vinci".
La idea principal que subyace en el relato es el resultado de reciclar dicha novela, pero como en todo
proceso de reciclaje, la pureza inicial se ve afectada.
Ni resulta
tan sorprendente, ni esta tan bien construida como la anteriormente citada.
Es más, las
continuas referencias a la obra de Alighieri y la importancia de
su obra como leitmotiv de la novela resultan cuando menos
forzadas, dota a la historia de una mayor "estética" ciertamente,
pero en la mayoría de ocasiones, las alusiones a la obra del italiano resultan
más obligadas que integradas en el relato.
La Carte de l´Enfer por Botticelli, una de las pistas en la novela. |
La historia
como tal es muy irregular. ¡Si no queréis conocer los detalles, omitid el siguiente párrafo! El protagonista despierta en un
hospital herido de bala y con amnesia, acto seguido se verá perseguido por una
organización que busca capturarlo, pues sin él saberlo, posee una suerte de
mapa que al seguir sus pistas lo conducirá a una búsqueda contrarreloj para
evitar una pandemia.
En primer
lugar, la historia tiene su punto de partida en la incoherencia. Un mapa que el antagonista
ha proporcionado a sus enemigos mediante el cual pueden intentar desbaratar su plan, lo cual no tiene mucho sentido, ¿para qué
arriesgarse a que puedan arruinar su maquinación? El escritor lo justifica con el
pecado capital del "orgullo" y así mantener la influencia y los paralelismos de "La
Divina Comedia" en el relato.
Y son
precisamente las interpretaciones tan infantiles como esta las que evidencian lo forzadas
e incongruentes que resultan las disonantes referencias de las que Brown se sirve para "manipular" al lector e inspirar su nuevo trabajo.
Manipular, porque la novela, a diferencia de, una vez más, "El código Da
Vinci" o "Ángeles y Demonios" donde todo funcionaba de
una manera mucho más fluida y sólida, se diluye clamorosamente en "Inferno".
En conclusión, la novela es
tramposa, muy tramposa.
Después de
400 páginas, resulta que todo es un montaje de una empresa que se dedica al
engaño, conforme leía no podía parar de imaginar la película "The
Game" de David Fincher llevada al papel.
Perseguidos y perseguidores
unen fuerzas para detener la amenaza, es decir, tras más de medio libro, leemos
con pavoroso alarmismo como las persecuciones no eran tales ni tenían el objeto
que nos hacían creer, todas ellas han resultado superfluas e intrascendentes y las
pistas descubiertas en el transcurso podrían ocupar poco más de treinta hojas del libro demostrando una vez más la nula capacidad de Brown a lo largo de ESTA novela de orquestar un satisfactorio giro en la historia.
Pero ya no
es sólo eso grosso modo, es que todo el relato está salpicado de esas
estafas argumentales, los momentos claves que inducen al lector a tejer su propia hipótesis
sobre los acontecimientos son puro engaño por parte del escritor:
La supuesta
asesina que los perseguía e iba a ejecutarlos, no iba a
matarlos, iba a dispararles un dardo somnífero.
El escuadrón
de asesinos no disparaba a matar, aparte de manejar armas y desplegarse como un comando militar, en sus ratos libres ejerce como escuadrón de contención
biológica.
La directora
de la OMS (organización mundial de la salud) que convenientemente se nos describe en la parte posterior de una furgoneta siendo drogada por dos soldados en realidad
estaba dirigiendo la operación de captura de los protagonistas desde el vehículo y las drogas eran medicamentos para los mareos... y así mucho más.
Una cosa es
jugar sutilmente con la ambigüedad, y otra muy distinta es leer en quince
páginas que todo lo desarrollado a través de las cuatrocientas anteriores es
justamente lo opuesto de lo que nos han hecho creer sin ninguna posibilidad por
el lector de, no ya desentrañarlo, sino de presuponerlo siquiera.
Basta con
leer cualquier relato de Christie para saber cómo ha de
construirse una buena intriga sin caer en el error de engañar al lector.
Máscara Mortuoria de Dante Alighieri. |
Otro punto a mejorar es la narrativa del autor americano. El estilo de Brown carece de cualquier complejidad, es la esencia de la simplicidad.
Páginas cargadas de diálogos y poco descriptivas, el único elemento con el que se explaya, de agradecer al menos, es el artístico, aunque a veces no lo haga de una manera tan dinámica como debiera. Pero sobre todo, lo que siempre me ha disgustado más, el abuso y explotación del recurso del "cliffhanger" por parte del autor.
Este recurso
ha de saber gestionarse y usarse para poder crear en el lector la intriga y el
suspenso necesario como para que la trama no decaiga en intensidad y conmine al
leyente a continuar siempre que el relato lo necesite.
Por
desgracia, el abuso que siempre ha hecho Brown de esta técnica ha
sido sangrante, y es raro encontrar capítulos de más de 6 o 7 páginas,
resquebrajando inexorablemente el ritmo narrativo con tantos altibajos y que paradójicamente consigue el efecto contrario que se pretende con tal recurso.
Dan Brown, es innegable, posee un talento y una
creatividad soberbias para poder crear historias. Sabe mezclar ingredientes tan "apetitosos" como: religión,
simbolismo, complots, etc...
Pero no es menos cierto sus serias carencias como escritor.
Inferno es un libro que posee más defectos
que virtudes, es un libro entretenido hasta cierto punto, pero lo tramposo de
su historia dan al traste con el planteamiento de un problema (el de la
superpoblación) muy interesante.
Los personajes resultan demasiado apáticos y erráticos
como para conducir la historia satisfactoriamente a lo que se suma que el estilo
del autor es totalmente conservacionista y continuista con sus anteriores libros,
salvo que en esta ocasión, la historia y su creatividad queda muy por debajo de su narrativa y de sus trabajos anteriores.
Una
narrativa precaria y con muchos altibajos, que desluce y que sobre todo, denota que
cuando Brown carece de una historia interesante o ingeniosa, no
es capaz de arribar a buen puerto.
Inferno está muy por debajo de otros
libros del autor y refleja la fatiga y la falta de ideas del escritor.
Unas
carencias que le llevan a reciclar todos los componentes de sus anteriores
novelas pero sin saber muy bien qué hacer con ellos o como mezclarlos para esta ocasión.
Entretenido
para los días que dura su lectura, irregular en su desarrollo, amargo en su
resolución, y olvidable tras su acabado.
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Yo me leí el libro en 5 días. Es muy entretenido... Para los lectores que no conocen los lugares donde se desarrolla Inferno, recomiendo visitar el siguiente el blog Lugares de Inferno de Dan Brown para seguir los lugares tras el libro Inferno.
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